Abuela espiritual
Hoy me uno al mundo de los blogueros, esperando escribir algo que le ayude a alguien, en algún lugar. Me dicen que es de suma importancia si uno quiere promover su libro, y sí quiero. Disfruté mucho escribiéndolo y me alegraría mucho si alguien disfrutase leyéndolo.
Hoy estoy en la Ciudad de México. Un vuelo de seis horas me llevó de leer libros a mi nieto de dos años a leerle a mi padre de 99. Había escuchado que la vejez es la segunda infancia, y es verdad. Le digo las mismas cosas a mi padre que le digo a mi nieto. “¿Ya no tienes hambre? venga una cucharada más.” “Ten cuidado con las escaleras”. Y espero que se eche la siesta.
No tengo nada profundo para decir acerca de esto. Solo que noto las similitudes y estoy más cerca a la segunda etapa que de la primera.
Hace un par de años, estaba charlando con una chica futbolista, y si las cosas salían como ella esperaba, iba a ser profesional. Me miró y me preguntó, “podrías ser mi abuela espiritual”? No notó mi susto cuando tartamudee con sorpresa, “claro, claro que sí, sí, me encantaría ser tu abuela espiritual.” Le sonreía una sonrisa grande y falsa, y le di un abrazo sincero, pero por dentro me preguntaba, “¿ABUELA? ¿ ABUELA? Me habían pedido ser madre spiritual antes, o hermana mayor o amiga del alma – mejor amiga para siempre, pero nadie nunca me había pedido ser su Yaya.
Esa tarde pasé unos minutos más enfrente del espejo. Pues sí, la joven futbolista tenía razón. Soy abuela, y gracias a Dios que ella vio algo bueno en mi que deseaba en su vida. No quiero que algo tan trivial me ofenda y sea un obstáculo para dar a otros. “Claro, que seré tu abuela espiritual, “ y en unos años, quizá seré la bisabuela espiritual de alguien. Sería un honor, y desde luego tendré cuidado con las escaleras.