Las glorietas de la vida
Me encantan las glorietas de Madrid. Si estoy conduciendo por una y paso por largo la salida, solo tengo que darle otra vuelta. Ha habido veces que he dado tres, hasta enterarme adonde estaba y donde tenía que salir. En la vida es igual. Hay veces que nos confundimos con las direcciones o decisiones, pero afortunadamente, Dios nos da otra oportunidad de comprender por donde debemos ir. Podemos darle la vuelta una vez más al problema o reto hasta que nos aclaremos y entendamos cuál es nuestra ruta. ¡Qué bueno es el Señor! O quizá sabíamos por donde ir, pero íbamos demasiado rápido o estábamos distraídos y pasamos la salida. En ese caso necesitamos quitar él píe de la gasolina y conducir más lento. Debemos hablar con Dios, mirar la señalización y escuchar su voz. Su deseo es ayudarnos llegar al destino y no importa cuantas veces tenemos que dar vuelta a la rotonda, él nos guía, si nos rendimos a Él.
Hace un par de días, leía Isaías a mi padre en voz alta, y me topé con estas palabras en el capítulo 35, versículo 8.
Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará.
Me identifiqué con el torpe. Fue alentador recordar que no depende de mi inteligencia, ni sabiduría, pero llegaré al destino, porque Él es el que guía.